No oyes ladrar los perros
Este cuento trata de un padre que carga sobre sus espaldas a su hijo herido; su esperanza es llegar al pueblo vecino donde espera recibir ayuda para que lo curen. El protagonista en la obra es el padre quien es secundado por su hijo Ignacio. La luna tiene también una participación muy importante en el cuento. El padre reclama constantemente a Ignacio que le ayude a encontrar el pueblo de Tonaya ya sea por sus luces o por los ladridos de los perros. La trama se desarrolla de la manera siguiente: a Ignacio lo han herido de gravedad sus enemigos y su padre obligado por ua promesa trata de salvarle la vida. La obra se limita basicamente a estos dos personajes, quienes en un escenario único, cumplen a cabalidad su tarea de comunicar sus mensajes al lector. No oyes ladrar los perros es escrita por el célebre autor mexicano Juan Rulfo en 1953. El narrador es omnisciente y cuenta en tercera persona alternando con los diálogos del padre de Ignacio quien hace intervenciones en primera persona. Uno de los rasgos más notables es el simbolismo en la obra, donde por obligación, un padre carga con el peso de su hijo sobre sus espaldas. Los sentimientos del padre son expresados claramente en la conversación con su hijo. Por ejemplo, el padre le dice a Ignacio, “todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su difunta madre.” Enseguida lo separa cuando el trato del padre pasa de “tú” al de “usted.” El tema es mostrar la vida en el campo con toda su crudeza y los esfuerzos por mantener una unión familiar mas allá de lo lógico. No tiene sentido, aparentemente, llevar a cuestas a un asesino que ha quitado muchas vidas, incluída la de su propio padrino. Sin embargo, una promesa familiar, deberá estar por sobre cualquier otro compromiso. Genialmente, Rulfo apela a los sentidos (visual, tacto, auditivo) del lector mientras sigue el desarrollo de la narrativa. Lo especial en esta obra, reside en la lección arrancada de la vida misma, es la representación del sufrimiento que muchos padres deberán llevar sobre sus espaldas por causa de los errores de sus propios hijos.
En conclusión, esta obra confirma la calidad de escritor de Juan Rulfo, quien demuestra que no se necesitan muchas palabras, ni muchos personajes, para hacer llegar un mensaje impactante.